Este texto de Luís Antonio Sáez inspiró el segundo de los vídeos del 15N. Hace un formidable repaso de nuestra infancia.
En mayo de 1968 los jóvenes de Francia pedían que la imaginación subiera al poder, un año después, quienes subieron a la luna fueron los americanos, y al terminar ese verano, un grupo de alunados críos entraron en el Calasancio, la mayor parte de ellos para quedarse bastantes años.
No cogimos ningún cohete porque nuestros padres nos habían enseñado a no llorar y porque la inmensa aula del Hermano Rafael era ya un paraíso para cualquier niño al que se subía en fila por unas escaleras con premio de un anisillo si lo hacías callado; tampoco arrancamos adoquines (como mucho nos ahogábamos con los que rechupábamos de caramelo) porque aquel año asfaltaron el patio y desaparecieron los pedruscos, pero siempre derrochamos imaginación y tuvimos ensoñaciones estelares sobre nuestro futuro, especialmente cuando la morriña vespertina llegaba a través de unas persianas incompletas y verdosas.
Cuarenta años después, algo en nuestro interior se remueve, pues con los años hemos ido descubriendo que para que broten sentimientos, ideas y proyectos necesitamos de unas raíces fuertes, bien trabadas en muchos apoyos, de los que este colegio es uno de ellos.
La mayor parte de nosotros nació en 1964, cuando surgió el I Plan de Desarrollo y el Real Zaragoza se proclamó campeón de Copa por primera vez en su historia. Eran los años del seiscientos, de la intensa emigración del campo a la ciudad (casi todos nosotros pasaríamos largos veranos en nuestros pueblos de ascendencia), de la modernidad yeyé mezclada con el casticismo de las folklóricas. José Luis López Vázquez, Mariano Ozores, Antonio Garisa, Marisol, Paco Martínez Soria, José Sacristán, y Alfredo Landa. Muchos de ellos mostraron su valía como actores, pues de las españoladas pasaron a interpretar obras de gran valía, en un crecimiento profesional singular mientras nosotros crecíamos en estatura y neuronas.
Algunos habíamos pasado por algún colegio anterior, como las Mercedarias o el Saldaba, y confluimos en la calle Sevilla, la mayoría en la clase inmensa del Hermano Rafael, y otros pocos en la de un profesor recién licenciado, con bigote, que nos distribuyó entre grupos de leones (los listos), tigres (los intermedios) y panteras (en el que como mediocre que siempre he sido, estaba yo)
En las cartillas y cartones que nos hacían repetir los sonidos, recuerdo la RR de un avión, y la P del Papa, en la que aparecía Pablo VI, años en que los curas eran la avanzadilla social de aquel rancio país en que crecíamos…
El resto lo podéis ver en el vídeo.
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Cuéntame. Cada día nos parecemos más al protagonista de la serie... ¿o no...?
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